La literatura gótica es el origen y la predecesora de la -más moderna- literatura de terror, y muchas veces ambas se confunden por sus muchas características comunes.
En cualquier caso, la literatura gótica así llamada no debe confundirse con la literatura medieval contemporánea del esplendor del arte gótico. Si bien se el elemento medieval está muy presente, como veremos, en la literatura gótica, ésta es muy posterior a tal período, pues crece y alcance su momento de mayor esplendor durante el romanticismo y, de hecho, sólo puede entenderse en esa época.
En efecto, esta literatura -fundamentalmente hablamos de narrativa, aunque también puede hablarse de poesía- tiene su sustento en la ambientación poderosamente bañada de romanticismo: paisajes tenebrosos, bosques oscuros, ruinas y castillos con sus mazmorras y sótanos, criptas, fantasmas y demonios, etcétera. En ese mundo oscuro los escritores sitúan a sus personajes y les hacen vivir aventuras peligrosas, muchas veces rodeadas de elementos sobrenaturales. No en vano, la literatura gótica es también una clara predecesora de otros dos géneros más recientes: la literatura de ciencia ficción y la literatura fantástica.
Como decíamos, esta literatura es propia del romanticismo y es fácil entender que entre los adheridos a esa corriente tuvieron un éxito tan claro, aficionados como eran los románticos al medievalismo y el exotismo de sociedades más primitivas, cuando el mundo se dirigía hacia el urbanismo, la técnica y la industria al amparo de la Ilustración.
El siglo XVIII fue testigo del nacimiento de esta literatura con
El castillo de Otranto (Horace Walpole, 1765),
Vathek (William Beckford, 1786),
Los misterios de Udolfo (Ann Radcliffe, 1794), o
Las aventuras de Caleb Williams (William Godwin, 1794).
Curiosamente, la literatura gótica más conocida y citada no es la anterior, que podríamos definir como ejemplos canónicos del género. Fue el siglo XIX el que produjo las obras más famosas, si bien se separaron -a veces de forma clara- de las características básicas de las anteriores. Así,
La abadía de Northranger, de Jane Austen,
Cumbres borrascosas de Emily Brontë,
Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley o las muchas obras de Edgar Allan Poe son citadas demasiado frecuentemente como los ejemplos máximos de la literatura gótica, cuando son en algunos casos novelas de terror, de ciencia ficción o meras parodias del gótico canónico.
Posteriormente, la literatura gótica siguió inspirando y llenando de contenido mitológico muchas obras de ciencia-ficción, terror y fantasía. Sin este antecedente no se entenderían los cuentos de Lovecraft, las obras de Tolkien o el cine de Tim Burton, por citar tres ejemplos dispares de lo muy presente que este
goticismo se mantiene en el arte más reciente.
Tomado: http://lengua.laguia2000.com/literatura/literatura-gotica